domingo, 8 de enero de 2012

La Última Batalla

¿Cuánto tiempo he estado acá? Me cuesta respirar y no logro ver nada, pero mi vista de a poco se va recuperando.
Estoy tirado en el suelo con dolor por todo el cuerpo. Hay un humo muy espeso en el ambiente y aunque recupero mi visión, no logro poder ver que es lo que está pasando. Me siento mareado, con dolor de cabeza y sin fuerzas para levantarme, pero de a poco voy recordando lo que pasó.
En cuanto logro recordar lo que sucede me asusto e intento rápidamente ponerme de pie, pero sin lograrlo. Tengo que hacer algo rápido antes de salir lastimado… ¡estoy en medio de un campo de batalla! Pero no puede ser... si estuviera ahí ¿por qué está todo tan quieto y en tanto silencio? A menos que la pelea ya haya terminado. ¿Entonces soy el único sobreviviente? ¿Qué le pasó a mis amigos y a mis compañeros? ¿Y a nuestros enemigos? ¿Habremos acabado con todos ellos? ¿Se habrán retirado? ¿O nos vencieron y por algún descuido olvidaron matarme a mí?
Cuando logro recuperar parte de mis fuerzas intento nuevamente ponerme de pie, y esta vez logro hacerlo. Observo el lugar donde estoy, y el paisaje es desolador, el cielo está de color rojo y grandes nubes de humo lo tapan. Parece ser de día y hay luz, pero no puedo ver el sol que la provoca. El lugar en el que me encuentro pudo haber sido en algún momento un valle lleno de vegetación y vida, pero no se ve nada de eso por ninguna parte. Alcanzo a ver unas montañas cercanas, pero ahí solamente se ven rocas y tierra. Recordaba el lugar donde se desarrollaba la batalla de otra forma, pero tal vez la emoción del momento me hizo no fijarme bien. Hasta que en ese momento me doy cuenta. No me había percatado para nada, están en el suelo por todas partes, hasta lo más lejos que llega mi visión, cubriendo todo el lugar. Son cientos y cientos de cuerpos muertos en la batalla. Aun tengo mi escudo y mi espada, y con ellos en mis manos comienzo a caminar lentamente. Voy pasando por entre los cadáveres tratando de evitarlos. Miro sus rostros pero no logro identificar ninguno. Hay varios soldados vestidos como yo, y varios de nuestros enemigos, esas asquerosas criaturas de escamosa piel gris. Absolutamente ningún rostro se me hace ni remotamente familiar, pero hay algo aun más extraño, pareciera que todos los cadáveres estuvieran en un estado avanzado de descomposición, como si ya llevaran varios días muertos. Pero eso no tiene sentido. ¿Cuántos días pude haber estado tirado ahí en el suelo? La pelea ocurrió el día de hoy, no pueden haber muerto antes de eso.

Intento revisar los cuerpos para encontrar algún otro sobreviviente, pero es como si fuera el único ser vivo de todo el lugar. Pero me doy cuenta de que no es así. Observo el horizonte y veo cuatro figuras moviéndose lentamente. Son grandes y no parecen humanas, ni lucen como nada que haya visto antes. Caminan sobre cuatro patas y parecen tener enormes cuernos curvados hacia dentro. Las veo moverse al fondo del paisaje, pero hay algo en esos extraños seres que me inquieta, no quiero estar cerca de ellos, así que comienzo a caminar en dirección contraria.
Mientras camino intento recordar como fue que empezó toda esta guerra. Pero la verdad todo ocurrió de un momento para otro. Un día cualquiera se registró el primer ataque de esas odiosas criaturas humanoides que nadie sabe de donde aparecieron. El primer ataque pudo ser contenido sin ningún problema, pero después empezaron a aparecer decenas más, cientos, arrasando con todos los pueblos que encontraban a su paso, casi sin dejar sobrevivientes, en dirección al castillo. En ese momento fue que nos enviaron a nosotros a acabar con ellos. ¿Eso significa que lo logramos? ¿Habremos acabado totalmente con esta amenaza o no hemos detenido la invasión estas cosas que intentan exterminarnos?
De repente, a lo lejos entre todos los cuerpos, logro ver una figura humana que se encuentra de pie. Desde donde estoy alcanzo a ver que es un hombre, de no mucha altura, con la espalda curvada y usando una capucha. Esa extraña figura me provoca algo de desconfianza, así que decido desenvainar mi espada y acercarme a él.
-¿Quién es usted? ¿Qué hace acá?- Pregunto cuando ya me encuentro cerca suyo.
- Lo que en verdad quieres saber es lo que tú haces acá, ¿no, soldado?- Dice él dándose vuelta hacia mí. Es un anciano con el rostro lleno de arrugas, que me observa con siniestros ojos y una perturbadora sonrisa.
-Yo sé lo que estoy haciendo acá. Hubo una batalla contra estos invasores, yo sobreviví y ahora busco mi camino de regreso- Le digo con toda seguridad.
-Ah sí. No son criaturas muy inteligentes- Dice el anciano observando con indiferencia a uno de esos seres en el suelo- Actúan más que nada por instinto y son bastante agresivos. Pero los humanos son algo diferentes. Piensan en cada acción que realizan y están conscientes de cada consecuencia que estas traen, y tienen el mismo gusto por la destrucción ¿no es así, soldado?
-No sé de qué está hablando-Respondo retrocediendo unos pasos.
 En ese momento el paisaje estaba cambiando, era como si se estuviera desatando una tormenta, con enormes rayos cruzando el rojo cielo. Las estériles montañas ahora parecían volcanes a punto de entrar en erupción. El suelo levemente se comenzaba a agrietar y pequeñas llamas salían de entre las grietas.
-Claro que sabe bien de lo que estoy hablando. Usted no ha sido un hombre correcto.
-¡Estuve en esta batalla defendiendo a mi nación!- El hombre que estaba al frente mío ya no era un anciano. Ni siquiera podía saber bien qué era, pero seguía pareciendo una figura humana. Se veía totalmente envuelto en sombras, parecía haber crecido y sus brazos haberse alargado. Me observaba con enfurecidos ojos rojos, pero sonreía.
-Un acto noble no compensa una vida de cobardía y egoísmo.
En ese momento todos los cuerpos que estaban en el suelo empezaron a levantarse. No estaban vivos, pero se levantaban como si lo estuvieran. El suelo se agrietaba y se rompía, todo se estaba cayendo y los cuerpos que no se caían dentro de los agujeros que se formaban se lanzaban solos, debajo lo único que se veía era un gigantesco fuego que se tragaba todo lo que caía en él, mientras esos muertos vivientes se tiraban hacia el vacío y trataban de agarrarme o empujarme para caer con ellos.
-¿Aún no se da cuenta de lo que pasa?- Me dice esa entidad, entre divertido y repugnado, al ver la expresión de mi rostro, mezcla de miedo y de confusión- Sus conclusiones estaban equivocadas. Sí estuvo en esa batalla, pero lamentable no sobrevivió a ella- Su sonrisa se deformaba en una asquerosa mueca mientras pronunciaba sus últimas palabras riendo grotescamente- Bienvenido a su descanso eterno, soldado.

Y eso fue todo. Mientras escuchaba horrorizado sus palabras, un montón de esos cuerpos se aferraron a mí y sin que pudiera luchar ni hacer resistencia, me empujaron al vació, para arder por siempre junto a ellos en ese horrible lugar.

(Imágenes: Viking: Battle for Asgard / Mauricio Herrera)