jueves, 28 de julio de 2011

Caminata Nocturna

Eran cerca de las tres de la mañana. Si hubiera sido fin de semana tal vez habrían personas caminando. Pero era miércoles y no había nadie en esa calle. Nadie excepto el, obvio. Caminaba solo por la calle, silencioso, lento y despreocupado. Ya había comido suficiente y por el momento no tenia nada más que hacer. Vio una casa que aún tenia luces encendidas. Por un gran ventanal en el frente se veía claramente el interior de la casa. Era el living, había tres sillones, un pequeño mueble, una lampara grande y adornos por todas partes. En el sillón mas grande había una joven medio recostada leyendo una revista. La miro a través del vidrio, debía tener un poco mas de veinte años, era alta y rubia. Vio lo poco que alcanzaba a distinguir de su cara, su nariz pequeña y respingada, sus labios delgados pero grandes, su delicado mentón y su cuello. Su cuello, tan delgado, tan femenino, tan a la vista, tan apetecible. Pero el no podía entrar ahí, no sin ser invitado, obviamente. No tenia ganas de idear una forma de entrar a esa casa así que simplemente siguió caminando.

Unos metros mas adelante vio una figura que caminaba avanzando hacia él. Era una chica de más o menos la misma edad que la anterior, y con una contextura física parecida. Igual de irresistible.

De repente empezó a sentir la garganta seca, la boca se le hacía agua y nuevamente le daba hambre. Era absurdo eso, ya se había saciado recientemente... pero él nunca estaba saciado, cierto?

¿Entonces que haría? ¿Simplemente abalanzarse sobre ella? No, no podía hacer eso, tenia que acercarse de forma educada a ella, hablarle, ser gentil y tratarla bien. Por supuesto, porque eso es lo que hace un caballero... pero claro, él no era un caballero, no cuando tenia hambre. No, cuando tenia hambre era sólo un animal sin sentimientos, una bestia sin consciencia ni remordimientos que actuaba sólo siguiendo a sus instintos. Y ahora tenía hambre.

La chica siguió caminando tranquilamente. Ni siquiera alcanzó a reaccionar cuando una gran sombra se le lanzó encima y la empujó fuertemente contra una pared. No se dio ni cuenta cuando una gran mano le tapó la boca apretándosela y le golpeó fuertemente la cabeza contra la muralla, dejando su cuello totalmente al aire. Apenas pudo formar un pensamiento de terror cuando vio esos horribles y hambrientos ojos rojos. Y ni siquiera pudo mover un músculo para defenderse antes de que dos grandes colmillos se clavaran profundamente en su garganta para consumir rápidamente su vida.