sábado, 20 de agosto de 2011

Duerme, Pequeña

“El príncipe rescató a la princesa y la llevo a su castillo, donde vivieron felices para siempre. Fin”
Así la madre de Sofía terminaba de leerle un cuento antes de que se durmiera. Le da un beso en la mejilla mientras acomoda al lado suyo a su muñeca Mimí, le recuerda cuánto la ama y le dice buenas noches, la verá en la mañana.

Ya pasaron unas cuatro o cinco horas y de repente Sofía se despierta, toma del brazo a Mimí, se levanta y decide ir al baño a tomar agua. Abre su puerta y casi al frente tiene la puerta del baño, no tiene que pasar por el pasillo, pero si cruza el principio de él, pudiendo mirar hasta el living de su casa por él. Pasa rápidamente hasta el baño para no mirar por el pasillo, pero igual lo hace por un segundo. Entra al baño y cierra la puerta de inmediato pero no puede evitar un pensamiento que viene a su cabeza… “¿Había dos puntos brillantes al final del pasillo?” No, que estúpido, ¿qué podría haber sido de todas formas? Hace lo que tiene que hacer, toma un poco de agua y decide volver a su habitación. Agarra con fuerza a Mimí y apaga la luz del baño casi al mismo tiempo que abre la puerta y pasa corriendo hacia su habitación, entra y cierra la puerta. Pero nuevamente algo pasa por su cabeza, y esta vez con más seguridad que antes, definitivamente había dos puntos brillando en el living de su casa, y seguían sus movimientos.

Intentó como pudo dejar de pensar en eso, volvió a su cama y apagó la luz. Pero de todas formas se tapó completamente con las frazadas, sólo por si acaso. Había pasado un rato, estaba intentando dormir hasta que algo hizo que se le fuera el sueño completamente. Había sentido, posiblemente en el living, un ruido. Podría haber sido su gata, que quizás movió algo caminando entre los muebles... no, su gata dormía siempre en la cama de sus papás. ¿Entonces que podría haber sido? En ese momento decide hacer algo que nunca habría esperado hacer, ni siquiera sabía bien por qué lo haría, pero no iba a estar tranquila hasta que lo hiciera. Prendió la luz de su lámpara y tomó una pequeña linterna que guardaba. Se levantó y caminó hasta su puerta, la abrió y muy lentamente caminó hasta donde empezaba el pasillo. Prendió la linterna y apuntó con ella hacía el living. Al principio no quería mirar hacia allá pero de todas formas lo hace. Su corazón latía a una velocidad enorme mientras empieza a alumbrar las partes que se alcanzaban a ver bien, pero lentamente se le va pasando al comprobar que no había nada extraño ni distinto en él, mientras ella iba calmándose y se convencía de que no había nada que temer. Esa sensación duró apenas un par de segundos, hasta que con la linterna alumbró un sillón y vio una pequeña forma negra que salía de la parte de atrás de él. Era delgada y alargada como si fuera… ¿una cola? Apenas la iluminó, esa cosa se escondió completamente detrás del sillón.

En ese momento la niña sintió un miedo tan tremendo que la linterna se cayó de sus manos, mientras ella corría a encerrarse en su habitación y taparse completamente dentro de su cama. Ya no pensaba en suposiciones, ni en su gata, ni en que era su imaginación, ni nada, había algo en el living de de su casa. ¿Entonces qué haría? Lo primero que hizo fue tomar una silla y ponerla haciendo presión contra la manilla de su puerta, en todas las caricaturas que le gustaba veía que hacían eso, y parecía siempre funcionar.

Volvió a acostarse a su cama abrazando a su muñeca y se quedó sin hacer nada, simplemente esperando que pasara lo que pasara. Cerró los ojos pero ponía atención a cualquier ruido fuera de lo normal. Al principio no oía nada extraño, pero eso ya no la tranquilizaba, solamente la inquietaba aún más. Y por fin logró escuchar algo. Era un suave sonido a la altura de su pasillo, como si unos pies pasaran suavemente por ahí. Se metió lo más dentro que pudo de la cama y apretó los ojos, como tratando de escapar de ahí, de estar en otro lugar, donde se sintiera segura y protegida… pero en el fondo sabía que seguía ahí, seguía solamente en su habitación y esa cosa se estaba acercando por el pasillo. De repente dejó de sentir los pasos, cuando ya habían cruzado casi todo el pasillo, ahora simplemente tenía que esperar. Y eso hizo, esperó. Y siguió esperando. Pero pasaban los minutos y no sentía nada. Ningún ruido, ningún movimiento, ninguna señal de que hubiera nada fuera de lo normal, sólo los pensamientos de su cabeza. Entonces volvió a pensar ¿y si simplemente se lo estaba imaginando? ¿Y si en verdad todo era la más desagradable pesadilla que había tenido? ¿Y si en su casa no había nada más que ella y sus padres que dormían tranquilamente en la habitación de al lado? ¿Y si sólo era una horrible broma que su mente le estaba jugando para no poder dormir tranquila esa noche? Apretaba con fuerzas a Mimí, como si esperara que la muñeca le dijera que tenía razón en todo eso.

No, lo que pasaba no era mentira. Y se dio cuenta de eso de la forma más desagradable posible. Sintió un pequeño arañazo en su puerta. Siguió sintiendo algo con punta que se movía por la puerta hasta que encontró lo que buscaba, la manilla, que empezó a girar hasta que la puerta lentamente empieza a abrirse. Sin saber por qué en ese momento le dio más miedo la idea de quedarse completamente tapada en vez de ver qué era lo que intentaba entrar en su habitación, así que decidió sacarse de encima las frazadas. Solamente vio su puerta aún cerrada, pero se dio cuenta que de a poco se empezaba a sacudir, como si la intentaran abrir, pero la silla que había puesto impedía que eso pasara. La puerta se sacudió un par de veces más, se quedó quieta y la manilla volvió a su punto original.

Se sentó en la cama para ver bien si lo que había pasado era verdad, mientras comienza a relajarse. Pero un segundo después de eso, sintió un golpe tremendo y vio como su puerta se caía y la silla que la apoyaba era lanzada hasta los pies de su cama, apareciendo donde recién estaba su puerta una figura completamente negra, excepto por dos ojos brillantes que la observaban y dos grandes hileras de irregulares colmillos grandes y blancos, por los que pasaba una larga lengua verde. La figura era como un gran animal cubierto de pelo negro, parado en sus dos patas traseras, sus patas delanteras eran como brazos que casi llegaban hasta el suelo y terminaban en cuatro grandes y afiladas garras cada uno. Tenía dos grandes cosas que debían haber sido orejas en punta y una larga y delgada cola que se enrollaba en el suelo. Estaba totalmente manchado con sangre.

Dio un grito enorme de miedo cuando esa cosa botó la puerta y lo primero que hizo, casi como reflejo, fue tomar a su pequeña muñeca Mimí y lanzársela a ese animal, en un desesperado intento de que su eterna compañera, la que estaba con ella siempre en el columpio y con la que tomaba té todos los días, la protegiera de esa enorme cosa que quería entrar a su habitación. Obviamente la muñeca ni siquiera inmutó a la criatura, que siguió un par de segundos más parada en el marco de la puerta, respirando fuertemente, chorreando baba por su boca y mirando a la niña.

Hasta que tomando un poco de impulso, de un gran salto la cosa cayó encima de la cama, observándola. Ella lo primero que reaccionó a hacer fue retroceder desesperadamente lo más que pudo, alejándose de eso, pero cuando iba a bajarse de la cama, el animal la tomó del cuello con una de sus grandes garras y la alejó del suelo. Lentamente comenzó a presionar su cuello con esas enormes manos negras, mientras ella gritaba sin saber bien si de miedo o dolor y se preguntaba por qué sus padres no se levantaban e iban a ayudarla, sin saber que ellos habían muerto y sido despedazados silenciosamente hace más de una hora, sin apenas tener consciencia de qué pasó.

El animal la  miraba directo a los ojos, mientras ella lentamente iba perdiendo las fuerzas para seguir gritando, el aire dejaba de pasar por su garganta y sus pensamientos se volvían difusos. Lo último que la pequeña Sofía logró ver fue a su muñeca Mimí tirada en el suelo, impotente por no poder ayudar a su amiga, por no poder salvarla de una bestia que había entrado sólo a matar a la niña que le había dado un hogar y largas y hermosas tardes de juego.

Después de eso, la enorme cosa negra se paró de la cama de ella, dejándola ahí, sin hacerle absolutamente nada más. No había tiempo para eso. Su nariz empezaba a percibir algo. Se acercó a la ventana de la habitación y miró hacia afuera, a la casa de al lado, la abrió un poco y se deslizó hacia afuera lentamente. Observó la otra casa, obviamente sin poder ver lo que había dentro. Pero eso no importaba, porque no necesitaba ver nada para saber que ahí dentro dormía plácidamente el pequeño Tomás…

(Imágenes: Joshua Hoffine)